lunes, 28 de abril de 2008

De politiqueos, nacionalismos y boicots.

Hace un tiempo, mientras mi ordenador decía basta y los de la tienda que lo compré se hacían los suecos en pleno Bravo Murillo, algunos dentro del mundo del ciclismo decían o hacían cosas como ésta, de la que me quedaron ganas de comentar. Precisamente la victoria de ayer de Alejandro Valverde en la Lieja-Bastogne-Lieja, de la que poco hay que comentar y prefiero no hacerlo por respeto a la memoria de la carrera, me dio el último empujón para reflexionar sobre un tema cada vez más candente en el ciclismo y sobretodo en el ciclismo español, el politiqueo, nacionalismo o personalismo irreflexivo y fanfarrón. Una corriente que si bien no está plenamente extendida en el ciclismo en general, sí lo hace sobre los aficionados de nuevo cuño que se acercan, a veces por casualidad, las más por las cosas que dicen en Marca.com y demás periódicos y webs de audiencias generales. Es curioso, porque era algo más proclive en los primeros años y que se fue diluyendo en los países que lo padecían en los máximos períodos de internacionalización de ciclistas, pruebas y victorias. Pero parece que vuelve, como siempre por barrios.


Es curioso que pese a ser temas diferentes, el nacionalismo, el politiqueo o el fanatismo personal, por ejemplo, incidan de una manera tan pareja dentro del deporte, ya no sólo en el que nos atañe, sino en todos. Siempre además lo hace de una manera: dividiendo, creando una diferenciación tan grande en algunos momentos que lleva a enfrentamientos sobretodo en los que cultivan esa mentalidad. En algunos deportes está tan extendido que se hace absolutamente normal. Ese es el caso del fútbol, de ultras, hooligans y demás bárbaros, que toman el deporte como método de escape de diversas actitudes por lo general violentas. El baloncesto, sobretodo en los balcanes, Turquía y Grecia, ha sufrido de algo parecido. Y digo sufrido porque es justamente eso, es algo extra-deportivo que daña la imagen del deporte en sí. Porque si algo nos enseña el deporte, o siempre ha pretendido hacerlo es unos valores que acompañan a la realización física, llámese respeto, llámese igualdad, llámese luchar en buena lid. Eso es justamente lo que nos impide la acción de estos métodos fuera del deporte que se incrustan sobre todo en la mente de algunos. Y el ciclismo no ha sido ni mucho menos ajeno a estas corrientes, y en muchos de los casos el resultado ha sido lamentable.


En la Europa hipernacionalista de los años 1910 y 20, evidentemente una actividad física tan intensa y sufrida como el ciclismo se convirtió en ocasiones en el caballo de batalla de muchos que veían en el "éxito de su nacionalidad" la prueba definitiva de la superioridad de su país. Diversos hechos en la prueba más importante, el Tour de Francia, así lo muestran, con acciones incluso de la organización para que fuera un corredor local el que se llevara el triunfo final. En los fascismos ocurre algo parecido, y tristemente la figura de Gino Bartali se muestra como la más clara. Un hombre profundamente católico, que fue utilizado por Benito Mussolini para demostrar la invencibilidad de la raza italiana. Lo cierto es que a il vecchio, que por aquel entonces le denominaban más el monje volador porque no sobrepasaba la treintena, la utilización política le sirvió para granjearse muchas simpatías pero también enconadas enemistades. Pese a ello, Bartali siempre fue muy claro en sus convicciones, que distaban mucho de ser las que defendía el Duce. Como demuestra que ayudase a más de 1.000 familias judías a escapar de las garras nazis portando documentación falsa en el interior de los tubos de su cuadro, cuando iba a entrenar de localidad en localidad con la completa benevolencia de los militares italianos y alemanes.


Pero esa bonita anécdota no empaña la enconadísima rivalidad que tuvo con el otro genio de su tiempo, algo más joven, mucho más alocado y de ideas filocomunistas Fausto Coppi. Aunque personalmente jamás se llevaron mal e incluso el profundo respeto que se tenían mutuamente les llevó en muchas ocasiones al entendimiento, en Italia, en la Italia rota de posguerra se convirtó en otro caballo de batalla más que llevar al frente ideológico. La derecha tradicional contra la izquierda laica. Y los resultados: peleas, problemas y muchos y lamentables incidentes emborronando actos, homenajes, entrenamientos... simplemente por las ideas personales de dos rivales en lo deportivo. En algunos casos se trataba de diferencias que ni siquiera tenían que ver con la nacionalidad, era más personalista todavía. Los defensores de un ciclista en concreto contra los defensores de otro. Como si de hinchas del Standard de Lieja contra hinchas del Círculo de Brujas se tratase, las peleas entre aficionados de Van Looy y de Van Steenbergen, dos de los mejores ciclistas belgas de la historia son legendarias. O entre Loroño y Bahamontes en nuestro país, más bien Bahamontes y por otro lado los demás. Aunque en la España de los años 50, donde los hijos de republicanos lo pasaban mal para entrar en la federación, cundía más el amiguismo y "el enchufe" que realmente ideologías enfrentadas. Aún a Bahamontes se le eriza el cabello a la hora de hablar de Loroño, de Puig o de Bernardo Ruíz.


Si vemos lo que nos ha dejado este halo de incomprensión e intolerancia básica es simplemente enfrentamientos, o peor, episodios bochornosos. Como ya se relató hace casi un año en el blog, Eddy Merckx recibió un puñetazo en el hígado por un francés harto de los triunfos de un belga en su carrera. Lo que puede que le costase el Tour. A Bernard Thevenet la propia organización le encubrió de un positivo en su segunda victoria de 1977, a las órdenes de cierto médico de legendario y novelesco mote. Y otras barbaridades así han ocurrido a lo largo de la historia gracias a ello, como el no menos bochornoso episodio de Perico por la sierra de Madrid y la organización y equipos españoles parando a Robert Millar, impidiendo la reacción del Peugeot-Shell, y todo porque había que dar españolización(del más popular además) a la carrera. En la actualidad las ideas irreconciliables parece ser que se han acabado una vez la guerra fría, los boicots de juegos Olímpicos y demás eventos mundiales parecen haberse extinguido. Los años 80 llegaron al ciclismo con corredores del bloque del este, y de países con poca tradición como Irlanda, Estados Unidos o del cono sur ganando en carreras importantes, mostrandose y demostrando que el ciclismo es un deporte internacional, que huye de equipos cerrados(simples uniones de patrocinadores y patrocinados) y de patéticas comparaciones entre países.


Pero en diversos países ha vuelto de nuevo el problema. Sobretodo en los de menor tradición. En Bélgica por ejemplo, incluso en Italia y cada vez más en Francia(si el revanchismo lo permite) el ciclista es aplaudido siempre, y respetado. Y si honras cualquier carrera patria eres considerado uno más. Tom Simpson, Andrea Tafi, Fiorenzo Magni, Eddy Merckx, José Manuel Fuente... han sido respetados fuera de sus fronteras por todos. Y muy queridos en otros lugares lejanos al de su nacimiento, por muchos motivos. En la actualidad se repite viendo como Juan Antonio Flecha u Óscar Freire son más respetados en Europa que en su país de origen. Pero en España las corrientes de opinión creadas a partir de victorias puntuales están haciendo al aficionado que llega al ciclismo una especie de hooligan decidido, obligado a tomar partido en unas divisiones que nadie hizo. Hoy en día es muy común pasarse por foros y comentarios en general de ciclismo con personas que acuñan frases como ¡vamos Caisse d'Epargne! o ¡Euskaltel!. ¿Están haciendo vítores a una marca publicitaria?Porque es justamente eso lo que son. O esas concentraciones de opiniones cerradas que se denominan como el ciclista del que es uno fanático: valverdistas, freiristas, mayistas, y todo tipo de diferenciaciones absurdas y sin motivo ninguno.


Ese tipo de diferenciación lo que hace es incidir en la base del fanatismo, de la falta total de objetivismo a la hora de valorar una carrera, una temporada, un deporte, una situación. Es convertir todo lo bueno de la honestidad, sufrimiento e igualdad del ciclismo en una verdad sesgada, en una forma de contar con protagonistas, antagonistas y luchas sin piedad, lo que está totalmente fuera de lugar. Si algo ha enseñado el ciclismo por encima de cosas buenas o cosas malas es que en la carretera se esfuerzan todos, sean de España, de Nueva Zelanda o de Rusia, y que se apelliden Contador, Schleck o Boonen. La victoria depende de muchos aspectos, y precisamente no de cuánto se enfrenten los seguidores de unos con los otros. El ciclismo está por encima de nacionalidades, de lugares y momentos, la grandeza de ello radica en la imposibilidad de cuadricular la heroicidad y el esfuerzo ni en un espacio ni en un tiempo. Y ni mucho menos en una personalidad. Lo contrario a ello es llevar a la división, como el 7 veces ganador del Tour Lance Armstrong, en la ilustración. Sus salvas pro-norteamericanas sólo recibieron el resquemor del Tour, lo que no es positivo ni para uno, ni para los otros, y se llegó a problemas como el apedreo de los autobuses de equipo, amenazas... cosas que para nada tienen que ver con el deporte y mucho menos en un deporte individual con importancia del equipo como el ciclismo. Pero no porque se llame Motorola o Super U, sino porque varias personas, de diversa nacionalidad normalmente y formas de pensar trabajan juntas para un bien individual que acaba convirtiéndose en un bien común. ¿Es tan difícil verlo así?


Es mejor que entren nacionalismos, personalismos y politiqueos varios que lo único que hacen es dividir, es diferenciar e impedir la objetividad, un disfrute pleno. Para terminar simplemente recordarle a Thor Hushovd sobre la bobada del boicot. Si no estás de acuerdo con la política china estás en tu perfecto derecho, pero realmente no presentarte al desfile es una forma bastante cínica de demostrar lo que piensas. No vayas a China. No optes a ganar la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos, eso estaría mejor para protestar. Pero quizá antes de eso deberías pensar que si protestas contra la falta de derechos humanos en China existen otros países que tienen unos tratos semejantes y sin embargo sí disfrutas en sus competiciones deportivas, ninguno es justificable pero con esas acciones estas diferenciando un trato parejo. Y eso incide no sólo en ciclismo, realmente un deporte que dentro de su debilidad pocos focos se va a llevar en toda esta madeja que se está formando. La política, y todo lo que ello conlleva está muy bien en su determinado momento, pero hay lugares que no están hechos para ella. Y otros muchos que sí, utilicémos aquéllos y dejemos en paz lo que no tiene nada que ver.

sábado, 26 de abril de 2008

Prohibidos sacrilegios


Mañana domingo es un día señalado para el ciclismo. Cuando en el invierno se ven en la distancia los momentos importantes de la temporada venidera siempre se pone un hito en Abril, como también se pone en Julio. La hoja de ruta, el librillo del ciclista cuenta con unos puntos indescartables, unos puntos que rinden culto a esa extensa y muchas veces en la actualidad olvidada liturgia que ha hecho grande este deporte. Los cappos de la costa mediterránea de Liguria que desembocan en San Remo, la capilla de Geraardsbergen rumbo a Ninove de De Ronde, el trouée de Aremberg del infierno del norte, el muur de Huy en la Flecha Valona, los dolomitas italianos y los alpes y pirineos franceses junto a la clásica de las clásicas, la carrera de un día más codiciada por los corredores sin discusión, la Lieja-Bastogne-Lieja. La carrera más antigua de las que aún hoy se sigue disputando, que comenzó a rodar en 1892 y que mantiene ese halo mítico de las competiciones deportivas más distinguidas.


Y como casi todo en el ciclismo, pero aún más tratándose de un monumento del mismo, es un homenaje anual a la grandeza de éste deporte y también un termómetro donde valorar su estado de forma, si llegó o no a la muerte natural, o si aún es posible salvarlo. Un punto donde la historia, las gestas, la dureza y la belleza se encuentran con la modernidad, los cuadros de fibra de carbono y los pinganillos. Es siempre importante guardar un buen tributo a la historia viva, porque casi siempre representa lo mejor del pasado y poner una pica en su memoria es simplemente desvirgar la pureza y la grandeza de toda una forma de sentir, casi de vivir. Pero en competiciones de este calado, de esta importancia, de la memoria irreductible e imborrable de tantos que tanto dieron, es casi un delito faltar a la cita con el pasado, con las glorias legendarias que surtieron de pasión y espectáculo las carreteras, en este caso, en las carreteras y caminos de las ardenas valonas. No es sencillo nunca estar a la altura de las consecuencias, y más en un deporte moribundo que cierne sus penas en su activo más importante que es sin duda su admirable pasado, pero para ello existen o deberían existir para muchos los ejercicios de responsabilidad, el poder echar la vista atrás y contemplar la grandeza.


Porque Lieja-Bastogne-Lieja no es sin más una carrera dura por un recorrido plagado de cotes(en el otro lado de la frontera flamenca muurs o bergs y en español colinas, muros o subidas cortas) y con un kilometraje que raya con los antiguos calvarios. Es una mezcla de dureza y sentido del respeto. Así como en los campos elíseos de París una vez llega un extenuado pelotón a sus últimas vueltas no se puede ir a ritmo de burra esperando acontecimientos porque es una falta de respeto a una tradición que tan sólo llega desde 1975, en la Lieja no se debe pensar nadie que la clave del éxito estará en ganar de cualquier manera. En carreras como ésta es donde se forja la leyenda, esa es sin duda la característica que las diferencia de otras con trazados de parecida dureza y perfil. En las carreteras en las que mañana muchos se enfrentarán a la carrera más dura para sus piernas de toda la temporada y ni siquiera la terminarán, se han hecho grandes muchas de las más insignes personalidades del ciclismo en la historia. En estos parajes corredores como Eddy Merckx, Bernard Hinault, Fred De Bruyne, Ferdi Kubler o Sean Kelly pasaron de ser grandes campeones a auténticos mitos para siempre.


Curiosa es la historia de la carrera con los dos mejores corredores de la historia, Eddy Merckx y Bernard Hinault. Si Eddy Merckx encontró en Milán San Remo su lugar para demostrar al mundo que sería un caníbal que deboraría a cualquiera que se pusiese en su camino, y en el Giro de Italia y el Tour de Francia que era un corredor preparado también para las grandes, en Lieja-Bastogne-Lieja encontró el lugar perfecto para poner en funcionamiento toda la potencia de que sus piernas eran capaces de llegar(ganándola en 5 ocasiones). Es posible que se tratase de la carrera que mejor le iba a sus características, ya que a su increíble capacidad para rodar en llano con una posicición siempre de fuerza tremenda, le unía la impresionante potencia y empuje en las cotas, donde apenas sin levantarse podía imponer una velocidad incapaz de seguir para nadie. Su lugar primordial para probar era la côte de la Redoute, la más significativa de toda la prueba, una de las más duras con 2.1 km al 8% de media, y uno de los lugares más místicos de la historia del ciclismo. En su primera victoria, en 1969 se escapó aún antes, con su compañero en Faema Victor Van Schil, que en Saint Tillman estaba absolutamente rendido. Sin embargo, y con 8 minutos de ventaja sobre el pelotón, Merckx intentó que llegara con él a meta y así ocurrió, en la meta de Ans ganaba Merckx con su compañero segundo, y el grupo perseguidor a varios minutos.


En todo caso Merckx consiguió su victoria más impresionante en 1972, cuando atacó en la cota de Stockeu y se fue en solitario durante más de 50 kilómetros levantando los brazos en la llegada con mucha más tranquilidad(más de 2'30''de ventaja sobre Wim Schepers) que el año anterior, en el que un ataque en solitario desde la côte de Wanne le había hecho ganar una renta de 5 minutos que se diluyeron en los últimos 20 kilómetros, donde fue alcanzado por George Pintens(que ganaría en 1974) al que le ganó al sprint después de no haberle dado ni un solo relevo, no por falta de ganas, sino por absoluta incapacidad dado el desfallecimiento que había sufrido, y que también machacó a Pintens en el último suspiro. Pero quizá el corredor con la mayor gesta en Lieja sea Bernard Hinault. Le Blaireau consiguió en las carreteras valonas el primer gran triunfo de su carrera, con 23 años venciendo en un sprint de grupo ante nada menos que Didi Thurau. Esta gran victoria, del que se decía que era un grandísimo contrarrelojista(lo que demostró en Octubre imponiéndose en el GP de las Naciones) y un un corredor duro en la montaña, fue el inicio de un palmarés increíble. Pero también de una personalidad extraordinaria y un ganador siempre fiel al máximo espectáculo.


Y en 1980 iba a tener las condiciones perfectas para machacar a sus rivales, en unas condiciones dantescas de nieve y viento que hicieron recordar a los más viejos del lugar la funesta edición de 1919, donde Léon Devós, el final ganador de esa edición, y todos sus compañeros de pelotón debieron esperar hasta 2 horas en Bastogne a que se pudiera reanudar la carrera ya que la nieve hacía absolutamente inviables las carreteras que iban a recorrer, y finalmente sólo acabaron aquella edición 6 corredores, con 2 de ellos sin tiempo exacto de llegada, con temperaturas de hasta 10 grados bajo cero. 61 años después el paisaje blanco también era el protagonista de unas mejoradas carreteras valonas, y le dieron alas a Hinault para iniciar una gesta que aún siempre se recuerda cuando se habla de la Lieja-Bastogne-Lieja. Sólo terminaron 21 ciclistas, y el francés sacó al segundo más de 9 minutos en meta, en un ejercicio de concentración y fuerza absolutamente increíble. Pero otros muchos también se hicieron un nombre en esta carrera, sobretodo Moreno Argentin y Michele Bartoli en las últimas décadas, quizá los dos últimos corredores capacitados para tener cierto status de dominadores de la carrera, una carrera en la que cada vez más es más difícil repetir victoria.


Pero como hemos visto, las victorias nunca significan lo mismo. Y no es lo mismo un bonito espectáculo en el símbolo, la Redoute, con favoritos atacando(como Bartoli y Vandenbroucke en 1999, o Bettini un año después con Garzelli) y dejando una carrera rota a 35 kilómetros del final que se convierten en un espectáculo grandioso de grupos luchando a través de un tobogán, que una carrera en la que todos escatimen esfuerzos para ver si llegan con opciones a Ans y les viene una inspiración divina en un sprint que casi nunca llega a buen puerto. En estas carreras es el momento de la valentía, del espectáculo y del inconformismo, no manchemos el ilustre historial de la carrera con victorias de corredores que sólo muestren su cara a 100 metros del final. Eso también es demostrar que el ciclismo ha cambiado, ha cambiado a mal. Y esas cosas, además del tan cacareado dopaje, dañan no sólo la imagen actual del mismo sino también la legendaria historia que ha mantenido viva siempre este tipo de monumentos, de fechas señaladas y esperadas por tantos. Esperemos que los ciclistas entiendan que el realizar sacrilegios en pruebas mágicas como ésta no sólo les daña a ellos, daña al ciclismo en general. Esperemos que el chuparruedismo, el pinganillo y la la falta de valentía no nos impidan rendir a esta histórica cita el espectáculo que se merece y la hizo grande.

miércoles, 23 de abril de 2008

10 años después, ¿para qué sirvió?


Sea lo primero de todo el hacer constar, como muchas veces hice antes, que lo que viene es una reflexión. Una reflexión sin más, unos pensamientos escritos a vuela pluma de la manera más correcta posible. Una vez eso dispuesto, y de obligado cumplimiento, pasamos a lo que tenemos entre manos. Antes de nada es mejor que nos vayamos a la raíz de esta reflexión. O raíces, ya que se trata de dos entregas: entrega 1 y entrega 2. Es la habitual forma de tratar un tema serio sin el menor tipo de rigor. Evidentemente pasando de que la entrevista esté hecha por el juntaletras de turno del periódico nacional de turno, que hace juicios de valor entre pregunta y pregunta(acaso le preguntan a él su opinión), llegamos a la mayor de las realidades. A una verdad atroz y sin sentimientos, contada justamente en ausencia de ellos. Si de algo no hace gala el entrevistado en este caso es de autocompadecencia ni de cinismo. Se dedica a contar unos hechos de la manera más sencilla, práctica y descorazonadora. Descorazonadora no porque su intención sea esa, sino por el contenido.


Lo más interesante de la entrevista, más allá de los titulares tipo "el ciclista asume el riesgo de morir antes" que tanto redunda en la visión moribunda y peligrosa de este deporte en la actualidad, es quién lo cuenta. No lo cuenta un directivo, un director aplicado en años y años de hablar con la prensa, de contar mentiras tralará. Lo hace un trabajador, un engranaje más de la maquinaria del dopaje. Y lo hace como sabe, sin palabras rimbombantes ni perogrulladas, dice lo que sabe, sin más. Y lo que sabe es mucho, es más de 20 años de su vida dedicadas al ciclismo, o mejor, es más de 20 años de historia del ciclismo, acaso del deporte. De esa intrahistoria que se vive bajo puertas de habitaciones cerradas y camas frías de hoteles. Mucho más cerca de lo que pensamos, mucho más iluminadas en algunos casos(ciclismo) que en otros(atletismo, tenis o fútbol). Y es fácil entenderle, es hasta sencillo ponerse en su piel, de uno más dentro de una cadena de final florido pero de corazón siniestro. Y habla con la franqueza del que está por encima de juicios de valor interesados, de opiniones infundables propias del desconocimiento. Expone lo que vivió, lo que han vivido tantos otros en su lugar, y siguen viviendo. Si el talento del entrevistador(o en su defecto si le hubieran dejado decir más cosas en su periódico, a saber) hubiera indagado en lo verdaderamente importante...


Dicho esto, es cierto que por fin, a mi juicio, desmonta dos pilares básicos del ciclismo en España. 1º, da en el clavo con lo que repite una y otra vez, Festina no era el único, hay gente que sigue, todo el mundo sabe a lo que juega, incluídos los equipos españoles. En este país siempre hemos tratado, sobretodo en el ciclismo, de justificarlo todo y de obviar otros temas. De repente los mejores ciclistas de la historia hacían muchas cosas ilegales(las simpaminas de Coppi, las anfetaminas de Koblet o Gaul) y lo tenían prácticamente hecho porque todo lo tenían, mientras aquí todo costaba más. En parte es cierto pero sólo en parte. Julio Jiménez, un ciclista tan poco valorado como grande, reconoció que algo tomaba, como el gigante Fuente. Otros no. Y no pasa nada, en sus tiempos todos hacían de todo salvo ellos. Mientras Bernard Sainz se hacía rico y famoso, mientras Guimard sonreía y los franceses ganaban Tours, en España parece que nada se sabía. Voet desarma la postura del ciclismo español, habla de dos de sus estandartes, Banesto y ONCE. El segundo se desarmó sólo, el primero aún perdura. Pero no es lo único. Habla de ex-ciclistas y ex- del mundo del ciclismo que tratan de dar lecciones de honestidad. Para muestra un boton.


Casi han pasado 10 desde que detuvieron a ese hombre que ahora conduce autobuses. Con él llegó el escándalo, la salida a la luz de unos hechos que se conocían entre babalinas, que no dejaban de ser secretos a voces, secretos de medianoche. Todo saltó por los aires ese Tour, cuando el fantasma de la ópera por fin mostró su verdadero rostro, o parte de su rostro a la opinión pública, a la atónita y desinformada opinión pública. Y la reflexión que yo hago es...¿y para qué sirvió en el ciclismo? Diez años después los casos de dopaje siguen, como siguen los ciclistas dopados que pasan los controles antidopaje. Algunos han dejado el ciclismo y han pasado por la cárcel, algunos no, siguen en los volantes, como médicos o palomas mensajeras. Pero el problema sigue, el ciclismo mal que bien también sigue, pero tocado en la línea de flotación. Y por favor que no es mi intención justificar lo injustificable. Voet lo dice claro, la culpa es de todos, basta de que los ciclistas son víctimas, o verdugos. El engranaje termina en ellos y por lo tanto son tan culpables de la cadena como el primer eslabón o los intermedios. Todos saben, todos consienten.


Pero realmente la verdadera víctima del escándalo de 1998 ha sido el ciclismo. Su credibilidad, tocada en algunos momentos saltó por los aires, engullida por un torrente de informaciones, rumores e invenciones. Positivos ha habido siempre en el ciclismo, en los años 70 hubo muy posiblemente más que ahora. Pero Roger De Vlaeminck o el mismo Francesco Moser eran héroes y orgullos de la patria mientras Jan Ullrich o Marco Pantani son repudiados, y olvidados. O peor, cada cierto punto salen de las hemerotecas para representar un ejemplo a no seguir. Es curioso. Cuántas veces hemos oído hablar de Pantani, del chaba, negativamente. Unos drogadependientes, adictos primero al EPO y después al prozac casero. Sin embargo no retomamos imágenes de Fabio Cannavaro pinchándose antes de una final de la Copa de la UEFA. Ni rastro del bigote de Florence Griffith, ni de aquellos nadadores de los 80 que parecían tener troncos en vez de brazos, y la muralla de Ávila en vez de hombros. Sí, sin duda ha salido perdiendo el ciclismo, visto con malos ojos, como un deporte decrépito para seres infrahumanos adictos a sustancias prohibidas, como el culmen de los tramposos.


Y la culpa, aunque parezca fácil enviársela a los medios de comunicación sesgada, a los periodistas y jerifaltes del deporte, es del ciclismo. Cuando el deporte se convierte en profesional es muy probable, sino evidente que se utilizarán ciertos aspectos para mejorar las prestaciones. Unos son legales, como los reconstituyentes, otros no. Huelga decir que por supuesto no estoy haciendo apología del dopaje, ni de los pseudo-galenos que lo promueven. Simplemente que de una opción general se pasó a un culpable particular. Y muchos profesionales se aprovecharon de la coyuntura ofrecida para conseguir su propósito de profesional: ganar. La tristeza de la diferenciación entre Carlos Gurpegui y Roberto Heras(por poner dos ejemplos cualesquiera) no es el apoyo recibido por el jugador de fútbol, es lo contrario, la indiferencia ya no del positivo del corredor A, sino de lo que está ocurriendo. No se trata de ayudar a los culpables, sino de no luchar por la igualdad. El ciclismo está sumido en la mayor de las crisis simplemente porque se ha perdido el espíritu del deporte, ya no sólo con las trampas, sino en cuanto al respeto y la igualdad entre deportistas. Cuando Felice Gimondi se quedó alrededor de la cama de Merckx en el famoso Giro de 1969, no estaba ni diciendo que todos eran unos dopados, ni que ninguno lo fuera, estaba recalcando el respeto al corredor agraviado.


Ahora lo que ocurre es que los ciclistas viajan en un caballo rabioso hacia un establo en llamas, los que se caen por el camino se pierden, da igual. No se intenta rescatar a nadie, no se ayuda a nadie. En ese 1998, unos, los españoles, defendían una cosa con Manolón como interlocutor, por el otro lado los Telekom o los Mercatone, buscando su propio beneficio. Fuera como fuese, cada uno intentaba llevarse su trozo del pastel, exactamente igual que ahora la UCI y las grandes. El poso amargo y la imagen del deporte no importan. Cuando Francisco Mancebo Pérez dijo aquellas palabras de "cuando juegas con fuego te acabas quemando" y un año después era él el acabado no sólo estaba increpando el positivo de un compañero de trabajo, estaba resumiendo el destino del ciclismo. Las trampas, la desunión, la competencia más salvaje y despiadada incluso en las condiciones menos humanas y dantescas. ¿realmente el problema del ciclismo es el dopaje?

Vuelvo a la carretera


Una vez superados los problemas técnicos vuelvo a la carretera, esperando poder volver a ver a mi alrededor a otros seguidores del ciclismo pedaleando junto a mí.


A los que me sigan leyendo, gracias por la espera y un afectuoso saludo. Agarren el manillar que salimos.